Cuelga del cielo negro un péndulo de enormes proporciones, anclado a él se sitúa una habitación de cristal con un suelo de mármol donde se refleja lo que los ojos quieren ver. Sentado con una túnica blanca me encuentro yo, anclado y en una posición de ataraxia.
Comienzo a sentir los golpes de la dama que quiso entrar. Llegó hasta allí y no quiere echarse atrás.
Paso a paso comienza a acercarse más. Pregunta si puede entrar, la respuesta es negativa, pregunta si puede hacerlo en silencio, la negativa se mantiene, pregunta si puede entrar sin que nadie se entere, no se puede. Se sienta. A esperar. Esperar hasta el fin, hasta que la puerta imperturbable se abra. De espaldas me encuentro a la puerta, no quiero que me vea, no quiero que vea mi cara. Una cara que ahora es la de un niño con lágrimas brotando como cataratas hasta el suelo del reflejo, hasta el corazón de los amantes, hasta las estrellas del alma. Mantengo mi posición y escucho un suspiro que me destruye una vez más...
Siento que el texto no esté a la altura de la canción, pero necesitaba escribir esto y esa música es el viento susurrante de los corazones pensantes...
Comienzo a sentir los golpes de la dama que quiso entrar. Llegó hasta allí y no quiere echarse atrás.
Paso a paso comienza a acercarse más. Pregunta si puede entrar, la respuesta es negativa, pregunta si puede hacerlo en silencio, la negativa se mantiene, pregunta si puede entrar sin que nadie se entere, no se puede. Se sienta. A esperar. Esperar hasta el fin, hasta que la puerta imperturbable se abra. De espaldas me encuentro a la puerta, no quiero que me vea, no quiero que vea mi cara. Una cara que ahora es la de un niño con lágrimas brotando como cataratas hasta el suelo del reflejo, hasta el corazón de los amantes, hasta las estrellas del alma. Mantengo mi posición y escucho un suspiro que me destruye una vez más...
Siento que el texto no esté a la altura de la canción, pero necesitaba escribir esto y esa música es el viento susurrante de los corazones pensantes...
