16 abr 2012

Danse Macabre - Camille Saint-Saëns

Se acerca suavemente, ondulando sus quebradizas esquinas, las patas lo mueven por carreteras pedregadas que suben y bajan para hacerlo bailar.
Las tejas bailan al son de los brincos y los saltos. Comienza a acelerar ante la admiración de todos. Miramos por la ventana y vemos un cielo estrellado sobre nuestras cabezas que nos hacen soñar con las infinitas posibilidades de nuestra vida.
Aún no hemos llegado a nuestro destino y seguimos soñando encima del edificio móvil. El edificio que construimos y nos lleva donde queramos, sus cimientos son buenos, su puerta maciza y su tejado de vez en cuando se tambalea como una gota contra el viento de la primavera.
Distinguimos campos en la lejanía. Campos de descanso. Llevamos un largo recorrido y aún nos queda, no nos importa, el viaje nos interesa. Descansamos en esos pastos y nos ponemos a correr por praderas de bellas nubes y afanes que nos elevan hasta nuestras más infantiles ilusiones, sonreímos y nos abrazamos, hasta aquí hemos llegado.

Y lo que nos queda.

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