Pasos inocentes ascienden por tu montaña personal. La montaña de las cosas de las que estás hecha. Tratan de acomodarse a ti, no buscan una conquista. La montaña los acoge sin reparo, los cobija y alimenta. Ellos sólo quieren pasar un rato agradable.
Pasan los días, días incansables, veis el amanecer y el anochecer innumerables veces juntos. Eres su horizonte. Sin pensarlo dos veces, los pasos comienzan a alcanzar tu cima, tienen curiosidad, quieren libertad absoluta de tu parte. La montaña, ultrajada, comienza a volverse en sí misma, guardando un silencio ensordecedor. Los pasos se detienen en esa encrucijada, no saben qué hacer, uno quiere tocar la cima y el otro bajar para no volver nunca.
Los pies fantasmales llevan encima el torso de un niño de colores que no sabe ni qué quiere del mundo, tan sólo quiere vivir y sentir.
La montaña no es más que un terreno mágico y único para él, sólo quiere verlo entero y sentirlo en sí mismo. Su larga travesía le ha traído hasta ella y quiere ¡VIVIRLA!
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