Paisajes negros acompañan a los corazones aventureros y mentes curiosas que buscan la adrenalina del peligro de sus propias vidas. Acompáñelos en terror y suspense a través de las condenables pesadillas que sólo la imaginación basta de un niño puede narrar.
La noche también es una invitada, sin olvidar a la más brillante y seductora de las lunas. Las estrellas brillan de manera particular, son los focos del espectáculo en el que van a participar. Los campos yermos no faltan. Las persecuciones tampoco. Todo está dispuesto para adentrarte en el mundo de lo clásicamente terrorífico. Pero, falta un detalle, atento lector.
Está usted en los campos marrones, de vegetación muerta y aire marchito, niebla densa y piel de gallina. El crujir de las ramas se escucha. Sabe que algo se acerca, no sabe el qué, pero sabe que algo lo rodea y observa. Los pasos en la tierra son cercanos y variados. No puede ver más allá de sus pies, la oscuridad lo rodea y se vuelve densa. Sólo puede vislumbrar la niebla que tiene delante de sus ojos y la luna que parece burlarse de su situación.
Pasos aireados a su espalda. Presencias traseras. Aliento en su nuca. No se asuste aún. No se precipite. Resoplos en su cuello. Lo siente, siente el gélido soplido detrás de sus orejas, como su pelo se aplasta ante la bocanada terrorífica.
Está paralizado, no se dé la vuelta. No corra, sabe que no puede escapar. Note el roce y fuerte abrazo que reciben sus antebrazos, no tiene escapatoria. La respiración la sigue sintiendo. Cada vez es más rápida y seguida. Cada vez es más embravecida y psicópata. Siente que la mirada se le clava en la nuca. La gota de sudor que se desliza con rapidez por su frente. Nota detrás suyo el rechinar de los dientes. Nota su pulso acelerado. Sus brazos presionados. El rugido en sus orejas. Su respiración nerviosa. Sus ojos tratan de escapar de esta pesadilla. Nota el momento, el llamado clímax, sabe que va a llegar, sabe que está llegando. Nota que está perdido.
Sin embargo, deje de leer, esto es un relato. Usted está a salvo en su casa. Pero, no se dé la vuelta aún, puede que no se haya ido. ¿Siente esa respiración?
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