Pedaleando se acerca a la roca donde se encontró a sí mismo. Se sienta y ve el aleteo de una mariposa azul resplandeciente. Comienza a ascender viendo el viento de las nubes ondulantes y el resguardo del viejo olmo que espera detrás de él. Todo se comienza a acelerar en una noche para recordar.
Allí estaba él, cobijado de igual manera ante un manto de velas estrelladas celestiales junto aquello que nunca supo darle nombre y que tanto quería. ¿Quién era? No le importa, lo recuerda y lo vuelve a besar, en sueños. Los sueños nunca son sólo sueños. Y los fantasmas pueden hacernos sentir como el primer día que la vimos. Él lo sabe y él lo recuerda.
La juventud con la que gozaba entonces le hizo correr por esos bastos y verdes campos que se extienden a su espalda, las ganas de vivir irradiaban luces de colores y confetis de sabores dulces y ácidos. Ella siempre le miraba ilusionada y chillaba de la emoción.
Ahora, se acaricia la canosa barba, se quita las gafas... recuerda...
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